Escribir representa: intuirse en la
raíz, en el fondo. Es la esperanza
que se pierde, el dolor que
se contiene y se conoce. Él lo sabe y
ella también. Ambos llevan
escribiéndose varios años; cinco para
ser exactos.
Él
es un hombre
delgado que le gusta
caminar grandes distancias; en sus pasos
guarda experiencia y ese
olor a lluvia de cada
invierno. Escribe arrancándose las entrañas; sus ojos manifiestan una soledad
profunda.
Cinco años llenando vacíos taquigráficos
uno al otro. Cinco años
conociendo sus vidas que van en paralelo. Es mucho tiempo aparentemente
para permanecer tan solos, en el hueco, con el corazón ardiendo
como lumbre en un desierto.
Se vieron
por primera vez el dieciséis de noviembre de 2002. Se inundaron, se bordearon y
se persiguieron sin
evocar palabra alguna. Bien dicen que
escribir significa reconocerse
en el otro con silencio. Sabía
que podía sonreír, quizás el sería
buen poeta si alguna vez
confiara en sí mismo. Pero más
allá de datos curiosos
o situaciones vehementes sobre un amor
no crispado todavía esa noche, a pesar de reconocerse
como “viejos amigos” y saberse conocidos amantes a futuro, no pudieron decirse lo
que debían. Lo que en palabras les resultaba tan sencillo, ahora era un fardo
pesado y caliente que no les
permitió un paso más.
Tiempo
después, al volver cada uno a
sus casas, sintieron un impulso casi inmediato de escribir y de guardar la
experiencia “ del otro” en
unas cuantas líneas;
de acariciarse y saberse
acompañados, de saberse tan
iguales. El motivo de ese
extraño confort en la
palabra escrita se debía justamente
a que por mucho
tiempo su inseguridad la habían
escondido en alguna parte de un discurso
retórico – esotérico cargado de
miedos, juicios preconcebidos, de idealizaciones baratas e injusta pena.
Ella carga
con el desaliento de tan amarga
situación. Ha oído hablar del
desasosiego; ahora lo siente, ahora está
ahí. Ése será su error. Sin embargo, el ritmo con el que la hoja y su escritura se van desplazando le permite
olvidar que escribirle es un acantilado, un viento frio redoblando la
distancia; y sin embargo, el tiempo
pasa…
Él
quizá no tenga el nombre correcto, ni las
respuestas a su cobardía, pero
existe algo innegable entre ambos.
Esa comunicación en litigio constante
ha mostrado sus cartas.
Serán
variadas las maneras en que ellos
se escriban; quizá sean:
Cartas removidas como los vestigios antiguos, ya casi desconocidos.
Tal vez
la tierra registre sus pasos,
entre una calle y otra.
Un E mail.
Un
chat privado.
Un olor a
lluvia ya conocido.
Una receta
de cocina ardiendo en el fogón.
O
tal vez la palabra logre encender nuevamente su deseo.
(Texto e imagen: Natalia Correa).
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