Para mis lectores, cómplices, y amigos.

Busco compartir años de poesía aprendizaje, vicios y expectativas dejando libre la interpretación final.
Haciendo que la poesía se mueva y nos vaya mostrando algunas cosas que aún persisten en nuestra memoria. Ando en busca de poemas que no mueran, que me desafíen pero lo más importante que me brinden aprendizaje.
Como verán tarea nada fácil, pero confío que este dialogo abierto entre ustedes y yo dará frutos.
Bienvenid@s
Natalia Correa.

domingo, 23 de junio de 2013

ESCRIBIR SIGNIFICA…




Escribir  representa: intuirse   en la  raíz, en el fondo. Es la esperanza  que se pierde, el dolor  que se  contiene  y se conoce.  Él lo sabe y  ella  también.  Ambos llevan  escribiéndose  varios años; cinco  para   ser exactos.
 Él es  un  hombre  delgado  que le  gusta  caminar  grandes  distancias; en  sus pasos  guarda  experiencia  y  ese olor a lluvia  de  cada  invierno.  Escribe  arrancándose las  entrañas; sus ojos   manifiestan  una soledad  profunda.
Cinco años llenando vacíos  taquigráficos  uno al otro. Cinco años  conociendo sus vidas  que van  en paralelo. Es mucho tiempo aparentemente para  permanecer  tan solos, en el hueco, con el corazón  ardiendo  como lumbre  en un desierto.
Se vieron  por primera  vez el dieciséis  de noviembre de 2002. Se inundaron, se  bordearon y  se  persiguieron  sin  evocar  palabra  alguna. Bien dicen  que  escribir  significa  reconocerse  en el otro  con silencio.  Sabía  que  podía  sonreír, quizás  el sería  buen poeta  si alguna  vez  confiara  en sí mismo. Pero más allá de   datos  curiosos  o situaciones  vehementes  sobre un amor  no crispado  todavía esa  noche, a pesar de  reconocerse  como  “viejos  amigos” y saberse conocidos  amantes a futuro, no pudieron decirse  lo  que  debían.  Lo que en palabras  les resultaba tan sencillo, ahora  era un fardo  pesado  y caliente que no les permitió  un paso  más.
Tiempo  después, al volver cada uno a  sus  casas,  sintieron un impulso  casi inmediato de  escribir y de guardar  la  experiencia  “ del otro” en unas  cuantas  líneas;  de acariciarse  y saberse acompañados, de  saberse tan iguales.  El motivo  de  ese  extraño  confort  en la  palabra  escrita se debía  justamente  a  que  por mucho  tiempo su inseguridad la  habían escondido en alguna parte  de un  discurso  retórico – esotérico cargado  de miedos, juicios preconcebidos, de idealizaciones baratas e injusta  pena. 
Ella carga  con el desaliento de tan amarga  situación. Ha oído hablar  del desasosiego; ahora  lo siente, ahora está ahí. Ése  será  su error. Sin embargo, el ritmo   con el que la  hoja y su escritura se van desplazando   le permite  olvidar  que escribirle  es un acantilado, un viento  frio redoblando  la  distancia; y sin embargo, el tiempo  pasa…
 Él quizá no tenga  el nombre correcto,  ni las  respuestas  a su cobardía, pero existe  algo innegable   entre ambos.  Esa  comunicación en litigio  constante  ha  mostrado  sus cartas.


Serán  variadas las maneras en que ellos  se escriban; quizá sean:
Cartas  removidas como los  vestigios antiguos,  ya casi desconocidos.
Tal vez  la tierra  registre sus  pasos,  entre una calle  y otra.
Un  E mail.
Un chat  privado.
Un olor a  lluvia ya conocido.
Una receta  de cocina ardiendo en el fogón.
O tal vez la  palabra logre  encender  nuevamente  su deseo.



(Texto e imagen: Natalia  Correa). 


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