sobre los ojos existe
un espacio de roble y semilla,
donde había electricidad
sólo queda una lava sedienta,
de color deshabitado
y piel que a toda prisa
con aquel ruido se va alejando.
A todo riesgo las lágrimas
sé vuelven insomnio,
relámpagos que custodian a lo muerto,
y cantan al viento,
sin embargo, algo sobrevive
un rugido trepado mar adentro,
encriptado los astros y el movimiento.
Tu boca tan mía en su terquedad,
escribe las palabras,
quitando el amor
dejando los fantasmas,
las reglas de la sal
se disuelven entre las manos
y no hay nada que pueda hacer
para revertir el tiempo.
ahora tenemos una melancolía
en pasado vertida.
Las reglas de la sal son tan inhóspitas
que me ahogan hasta palpar el fondo,
y busco exorcizarme la tristeza,
sin tocar la cicatriz.
y entonces hablo desde la ausencia,
de lo perturbador que resulta
que todo vaya desapareciendo.
Esta realidad tan desequilibrada
me entumece las costillas,
me provoca sed y me quita el aliento,
aquel nocturno movimiento,
hace que me llueva en una esperanza
totalmente desierta.
Las reglas de la sal se comparten,
adquieren nombres distintos,
se vuelven una cadena de fuego
que quema y alumbra,
hasta hacernos vulnerables,
y con el peso de los días
todo se convierte en un arpegio.
Las reglas de la sal nos demuestran
que una vez que pierdes no hay marcha atrás,
que la soledad es un leal alimento,
y que la sombra es el verdadero condimento
para escribir sin piedad.
donde había electricidad
sólo queda una lava sedienta,
de color deshabitado
y piel que a toda prisa
con aquel ruido se va alejando.
A todo riesgo las lágrimas
sé vuelven insomnio,
relámpagos que custodian a lo muerto,
y cantan al viento,
sin embargo, algo sobrevive
un rugido trepado mar adentro,
encriptado los astros y el movimiento.
Tu boca tan mía en su terquedad,
escribe las palabras,
quitando el amor
dejando los fantasmas,
las reglas de la sal
se disuelven entre las manos
y no hay nada que pueda hacer
para revertir el tiempo.
ahora tenemos una melancolía
en pasado vertida.
Las reglas de la sal son tan inhóspitas
que me ahogan hasta palpar el fondo,
y busco exorcizarme la tristeza,
sin tocar la cicatriz.
y entonces hablo desde la ausencia,
de lo perturbador que resulta
que todo vaya desapareciendo.
Esta realidad tan desequilibrada
me entumece las costillas,
me provoca sed y me quita el aliento,
aquel nocturno movimiento,
hace que me llueva en una esperanza
totalmente desierta.
Las reglas de la sal se comparten,
adquieren nombres distintos,
se vuelven una cadena de fuego
que quema y alumbra,
hasta hacernos vulnerables,
y con el peso de los días
todo se convierte en un arpegio.
Las reglas de la sal nos demuestran
que una vez que pierdes no hay marcha atrás,
que la soledad es un leal alimento,
y que la sombra es el verdadero condimento
para escribir sin piedad.
Natalia Correa Márquez
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