No te prometo eternidad
justamente porque en el cuerpo se guardan
las llamas de anchura demente,
mientras se olfatea un deseo inacabado,
sobre la penumbra renunciar al instante
donde la luz aparece, para así conocer la oscuridad.
Quizá ahora la soledad importe un poco menos,
tal vez los astros, la distancia, comienzan a quemar,
y habrá que volverse aprendiz de la ceniza,
Ir hacia la memoria donde el tiempo ha muerto,
y la melancolía continúa bailando y así se acumula,
libre y misterioso suena tu nombre entre mis labios,
esto no es un tratado sobre la tristeza,
es el acto, la bravura de los astros,
sobre los dolores del mundo,
Estática ebria y pendular
que me acompaña de noche,
sobre el territorio de lo aciago
se abren puertas y ventanas,
la búsqueda del viento
se adapta al insomnio de los días
en un súbito caudal
que escapa de la lluvia una y otra vez,
contra el ruido tu belleza,
contra el silencio todo se quiebra.
con sublime franqueza.
Natalia Correa Márquez
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