Mientras tu
boca se vuelve un ausente presagio,
tus ojos se me clavan
como madera,
ardiente y olorosa,
adentro existe una
lluvia desconocida,
que abre
los espacios,
y le da al tiempo,
a nuestro tiempo
un sonido
exacto.
Hoy no hemos de
salvar a la
flor,
sin embargo, escribiremos letra por
letra
a que
nos sabe
la noche,
como se hunde
el corazón en un páramo quieto
a veces
intranquilo.
Eres una
estrella que ama
el viento,
de ojos
primitivos,
súbitamente este mundo
se muestra inocente,
toco tus cenizas,
que han hecho de tí un incendio,
y con certeza te hundes entre mis
brazos, te acoplas a
mis latidos.
Mientras
afuera parece que
la hiedra deja de beber lo que nos
habita,
y entre
nosotros ha nacido tanto,
que lo
atesoro en la tierra,
y se lo
comparto a los lobos
para que su
aullido sea un presagio sincero
en la noche larga
que cabalga en busca
de tus ojos primitivos.
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