Sabes bien
que tienes un enjambre entre
las manos,
que se
encuentran sedientas y
salpicadas
por sedimentos
de historias pasadas,
que los días
son pequeños jardines donde habita
un lobo,
todo
parece poseer eternidad
y sin embargo,
la
muerte todo lo arrebata,
todo lo destiñe,
pero después
arderás
escribiendo,
no hará
falta oxigeno ni memoria,
en algún
punto de la vida
venderás tu alma
al diablo
sucumbirás
ante el nocturno brillo de las
estrellas.
Voraz y
eterna rasguñaras caminos
sobre
la piel de
tus amantes,
sembrarás viento para invocar
a Ítaca,
no te amedrentarán
los lugares
donde la
gente rota se
cobija,
eres una poeta que vuela
y muchas
veces has de caer,
pero no
te ates
a la tierra ni sus resquicios,
atrévete entonces
a florecer entre
los incendios,
rompe
espejos que te atrapen,
camina sobre
la nieve
y siente
el frio calarte hasta
el fondo.
A la
poeta del futuro
que desafía las
entrañas del mundo
en el azogue
en el murmullo,
a la
que le
han mentido
y sin
embargo confía,
dando vuelta
a la página
olvidando aquello
que le dolía,
hoy vas
liviana más nunca vacía.
Pueden quedar atrás
las palabras
hacerse
añejas,
no desconfíes de tu locura,
puedes
intentar zurcirlas incluso romperlas,
o
abandonarlas ante las tinieblas.
Natalia Correa
Márquez.