Pájaros sedientos
hacen
de tu boca un mundo,
hacen de nuestro
encuentro
travesía por un lugar profundo,
inagotable alfabeto,
que hemos
de pronunciar en las noches
mientras la
muerte se expande,
mientras el miedo corroe.
Mi objetivo:
es sentirte como
astro rebelde,
que vaga en
mi carne,
tan luminosa
y caliente,
como lava,
como raíz carnívora,
de magma que se esconde
y aún
no habita,
como un
mapa de ánforas ardientes,
que
conoce a tu cuerpo,
y su temperatura.
Lava
que viaja siendo ácido
y azúcar,
entre la geografía de los
extraviados,
en busca de
algún fulgor
que dé a las
palabras
un
sentido, un calor
para
subir un peldaño sin dolor,
sin saber
que es el daño
lo que pretende
borrase
entre
las rocas recién nacidas.
Abierto
abismo
donde
nuestro corazón se funde,
en el
fuego que traspasa el agua,
liquen que en
tu transparencia reflejas su rostro,
ante la
nostalgia de los
domingos,
tu piel
brilla y se humedece,
y entonces las
canciones resuenan en su
exilio.
Lava que incendia
los lirios
que veo
en tus ojos,
lava
salvaje que estalla en la
orilla,
solo
para descubrir la roca
quemada,
la palabra
viva,
esa
que pronuncian algunos
amantes
antes
de provocar la herida.
Natalia Correa
Márquez.
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