Este poema que sabe a
pan,
adivina el espanto,
cura la ceniza,
y nos sumerge en su canto,
pura música
lengua vigía
por cada hueso,
prueba la sal
lengua vigía
por cada beso
Sus palabras
son un campo abierto,
donde reposa lo posible,
mi mente siempre adentro,
bajo la sombra de un pájaro
desnudo,
que vuela y viaja todo el tiempo
Este poema que florece en
mi boca,
bajo su aroma la muerte,
con velas encendidas
y cuerpos
extinguidos.
Estos frutos,
esta nostalgia sin semilla
siempre adentro,
esta tierra tan húmeda
aún cimbrando,
es una ofrenda que ahoga el
hambre
aún entre dientes.
Es una ofrenda donde
el perfume
recupera su sentido,
donde la ausencia
se derrite
punta a punta.
Mientras nuestras calles
mudan de piel,
se conocen,
se beben
se devoran sin motivo
le escriben a alguien,
encuentran la raíz
son ofrenda,
y entonces escuchamos
y entonces sabemos,
que el aullido
escupirá luciérnagas heridas,
y así nacerán las
estrellas.
Natalia Correa.
Ilustración hecha por Kraken (Dar click)
Sin duda su trabajo les quitará el aliento.