El
silencio es mi hogar
el lugar desde
donde ahora observo,
ahora sé que
la suavidad de la oscuridad
no se
comparte,
que las lágrimas no se beben
se desbordan,
que un relámpago
te alumbra
no te parte.
Tu nombre se aleja ¿Y entonces tu cuerpo?
se lo lleva
la muerte,
escribir tu
ausencia,
se ha
vuelto una costumbre lacerante e
inconclusa,
ahora estás
en los vestigios de otros nombres,
en los
sueños de otros tiempos.
Indeleble salida
han sido tus palabras,
como tu música,
aquí en
las entrañas a veces arde el mundo,
y entonces
se pierden los audaces epitafios,
de este cuerpo
que abre y
cierra destinos.
El dolor
se fermenta en la
alegría,
y sólo así
te embriaga,
y sólo
así te quema,
la acción perpetúa
de caminar a la intemperie
y sentir…
vestirte con el aire de los
días,
para encontrar el lado dulce de tu ausencia.
Yo elijo la vida no este amor a destiempo,
que yace y se deshace cuerpo adentro,
las amapolas te visten en
este juego inerte
que se
llama deseo,
como desértica ficción
de palabras
duras que superan estaciones.
El recuerdo
es la llave secreta,
los brazos
fugitivos,
los jardines de
tus ojos
paso a
paso a la orilla de este mundo,
justo aquí entre nosotros.
Natalia Correa.
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