A esta
ciudad le duelen
los
nombres que se pierden
las palabras huecas,
plagada de belleza irresponsable,
no importa si la
poesía aparece,
la
sombra se la traga,
la tristeza se la bebe
y
la barbarie la tortura
sin embargo,
algo en ella
resiste,
algo en ella se mueve,
mientras su estrella
duerme todavía.
Por eso vaga el tiempo
casi musitando,
casi sin
hablar.
A esta
ciudad le crece musgo
entre los párpados,
la acosan las balas,
pero la gente
resiste,
pero la gente resucita
con las
cenizas de sus muertos.
En esta
ciudad habitan los
días
con uñas y dientes,
respondiendo las preguntas
que el dolor concede.
argamasa de metal
no entierres mi corazón todavía,
juego fúnebre
de aguas inquieras,
no disuelvas nuestros
nervios
dentro de un panorama siniestro.
Tatuadas y afiladas
son sus intenciones,
en la calle, en la
carne
en un charco de sangre,
su gritos
se pierden
y la
memoria siempre arde
a
esta cuidad le duelen los
nombres
que se pierden
en lo profundo de la noche.
Natalia Correa.
Foto y edición Natalia Correa.
Zócalo de Cuernavaca.