decibel cósmico que declara lo vivido,
mientras el mundo desprende carroña
y dispersa lo tenaz con nuestros delirios.
De su epidermis desciende el cadáver
y del sueño su esperanza,
mortal mudanza de sutil andanza,
entre fantasmas y algunos instantes
hallazgo innombrable de frágil memoria,
que hoy se desprende que hoy ya no importa.
Imágenes viejas, parpados,
un recuerdo inmune, nítido
basta para que la sangre se desborde
y pulse tan sigilosamente
en este cuerpo.
Voz de templo y crepúsculo,
paraíso de estrellas vacías que ahora
bulle en el hueco.
Rostro ebrio de inhabitado candor
te sumerge en la ceguera
y así te vas de noche.
Entonces comienzas a olvidar
las huellas, los motivos.
desde lejos ese cuerpo extranjero
te ofrece refugio,
y entonces sientes el calor,
ves con sus rasgos lo abierto,
con sus palabras recuerdas nombres
arañas con sus uñas el miedo,
tu conciencia es el misterio
que te pertenece,
esta se ensancha
como caricia sin límite,
o se encoje con fluidez
al movimiento de los otros.
Porque tus ojos ríen
al contemplar lo que amas
mientras la lagrima evoca
los tristes momentos
que posiblemente sucedan mañana,
futuras conquistas
traerán nuevas palabras,
para sentirse de nuevo,
para caminar con rumbo al alba.
Por eso tu soledad conoce el arte de arder,
pero también intuye el arte del amor
en centella y quietud.
Girando... en el mar, ondulado andar de vigoroso aliento.Recogiendo los ahogados,
palabras tristes en mi boca antes dichas.Porque soy cuerpo terrestre, con raíces y temblores.
Natalia Correa Márquez
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