Nómadas estelas
de cuerpos tan tibios,
por el sopor
y la calma tan abrupta,
que como abecedario
se repasa en los labios,
de una noche como esta,
de un pálpito insondable,
y una oscuridad infinita.
Acuérdate de mí
cuando las raíces
empiecen a notarse,
cuando la soledad te marque,
y estés entonces al filo de la cicatriz,
cargado de fieras y de sueños,
con ese instante desordenado y movedizo,
creando arcadas, y pulsaciones voraces que recuerdan un nombre.
Tiraremos piedras hacía el vacío,
como sombra y humo
desafiaremos al mundo,
acicalando a la muerte.
Parece que la poesía se diluye
en un tiempo a veces adivino,
a veces certero y a veces repugnante.
separar el cuerpo de la presencia,
calzarlo al tacto,
para intuir su desnudez en el oficio de los días,
que como la melancolía de un cuervo
dice ¡nunca más nunca más!
hasta desfallecer.
En el sigilo más suave y prisionero,
escondo tres palabras
para que caigan como semillas,
en ese territorio indómito y deshabitado
con agua oscura que dinamitará tus ojos
con verdes ramas que conocen el fondo y la espesura,
entonces el instante arderá justo antes de las tempestades.
Que hacemos con las promesas rotas o no cumplidas,
dejamos que se deshidraten al sol hasta que se sequen,
o las cortamos de raíz en silencio,
o nos alejaremos como nómadas estelas
en busca de un futuro que por ahora no existe.
Natalia Correa Márquez.
Foto Natalia Correa (Amacuzac Morelos)