No te culpo por enterrar fantasmas
en las raíces de un amor profundo,
hacer de las palabras polvo,
mientras la lluvia comienza a caer
en un letargo de domingo,
tus manos se calientan con el miedo y no te culpo
a veces yo también fui cobarde,
a veces me aleje sin sentido,
y sólo guarde silencio.
desata las olas y los abismos,
siempre en los territorios más aciagos e indistintos,
se refugia el cansancio.
Parece que el proceso de ser extraños
comienza a doler, entre los rescoldos
de la vida y unos huesos desgastados,
no te culpo sin embargo,
lo escribo de manera trepidante casi frenética,
como si tratara de alcanzar el ultimo hilo del fuego,
no lo consigo y el azar me invade,
el sueño me hiela,
y las sombras me saben a azúcar.
Todo se altera…
parece como si el cuerpo
empezará a quedar chico,
el movimiento fuera sólo rigidez en las rodillas,
y las lagrimas dos peces salvajes siempre en contrapunto.
No te culpo por zurcir la duda
entre tus pestañas,
después de todo el torrente
de una mujer en libertad
se vuelve peligroso,
la marea de mi piel te escribe esta carta
a destiempo,
donde no te culpo pero no me quedo.
Natalia Correa Márquez