Busqué ser arpegio y sin
embargo,
abrí tus heridas,
de ellas manaban palabras
incomprensibles,
un instante en ebullición tuve
tus ojos,
en un plácido instante conocí tu cuerpo.
Tú que por ahora deambulas
inocente,
sabes que nuestro
encuentro se vuelve
tierra firme de dientes
blandos,
un mundo tranquilamente húmedo,
que no sabe sus alcances
tan sólo se presiente.
Los días se hacen
largas noches,
vamos trasnochados como serpientes,
busco cambiarte el nombre
darte palabras en trinchera de fuego,
una imagen que lleva
sólo resplandor
un tatuaje que se esparce
solo
en el río de la vida.
Puede que tu dolor no lo note nadie,
puede que tu epidermis se
hunda,
y que las señales mueran al caminar,
sin embargo, una flor se abre
cuando tus ojos me recorren.
Llevo una versión de tí
tan silenciosa,
que apenas y puedo pronunciarte,
en un minuto se desnuda la
memoria
y entonces salta en llamas.
Lector tú eres mi refugio,
tú eres mi aliento,
pero también la mariposa negra
que anuncia mi muerte,
y viene a mi encuentro.