Entrar y abrir la puerta para desintegrarse,
machacar la tarde con un puñado de nubes,
para atardecer aquellos labios,
que son el filo de
poemas futuros,
transformar el aire en viajes que enbisten a tus ojos,
mientras la quietud es
suelo volátil,
donde todo flota.
Para entender que la soledad
se ampara a conciencia bajo
la sombra,
y que sus motivos son:
desolados sueños que se duermen,
exequias insepultas,
sílabas espectrales,
incluso este amor
tan nuevo y desconocido.
Me aparto de tu nombre y escribo…
todas las cosas que la noche me arrebata,
cambio su origen, su sentido,
incluso su órbita,
entonces sólo entonces,
mi cuerpo circula por esa voz
que llama y germina
dentro de la memoria.
Ser y estar en piel tan viva,
crea torrentes eléctricos,
zozobra inocua y amor viajando,
fuga sideral de vocación
celeste,
festiva y frágil herida
que conoce a mis manos,
que conoce a mis manos,
tanto como al amor
y su big bang.
Natalia Correa.