inexplicable relámpago,
que revela la superficie
ya sin gravedad,
ojos oceánicos...
olvido hirviendo, amargo sabor de un sol marino,
poema crujiendo tu nombre sin fidelidad.
Vagar es un accidente…
incendiar esos ojos de madreselva
con ceniza, hechos palabra
ceñirse, moverse, apenas vibrar,
volver, siempre volver a esa mirada
justo antes de estallar…
Ojos de océano firme
que hallan luciérnagas
escritas en su vaivén,
el espacio sin amor,
la tristeza infinita.
la vida insobornable,
inclusive la alegria.
Es deber de la noche
hacer eso y más,
mientras la furia arde como centella.
sacando el instinto animal,
sé que soy la fiera,
Y tú sólo “el hombre sentimental”.
Ojos efecto de sombra,
ojos de afecto desnudo,
que los ahogados han de iluminar,
desvelan y se funden junto con lo que florece
como si fueran alguna deidad,
vértigo que escucha las fracturas de tu nombre
mientras la penumbra crece,
para poderte nombrar.
Inquieta poética guardan tus ojos
hecha conjuro, raíz, fragancia,
oceánicos recuerdos:
besos profundos,
en tiempos oscuros,
con ese adiós tan breve,
donde ya no se esconden más secretos,
visión que mora en los escondites
con sus recovecos.
Ojos de tantas madrugadas,
oceánicos, derramados,
irreverentes, tan secretos,
conducen la cicatriz,
colorean la lagrima tan despierta,
guardan y entienden su calor,
ojos de estirpe mágica,
que se han hecho de olvido,
que son de agua y van guardando el camino.
Preguntas que sobreviven
socavando el equilibrio,
respuestas que duelen
y nos hacen naufragar,
¡silencio! que este viaje termina
con un golpe de ultramar.
Natalia Correa.
