como flor en los desiertos,
fugitiva usurpando el abrazo,
frágil me enredo sigilosa,
sé flotar y mirar la noche por tus ojos,
arder sin más, justo en tu boca,
por el lenguaje difunto,
con la cadencia distinta,
olas enraizadas en la lengua
consumen mi tiempo,
me alimentas, me ahogas,
te desprendes, sin memoria.
Polvo en tu pecho
que intuye mis constelaciones,
sonámbulo carmín hecho cometa,
esplendido accidente iluminado
que ha puesto mi nombre en tu garganta.
Fuego de paredes expuestas
y luciérnagas encendidas,
tersos borbotones caerán...
reino sutil donde agonizan las preguntas,
soplo de viento que abrevia las cosas,
por eso el júbilo aún germina en tu cuerpo,
grietas y vértigo abren el horizonte,
pulsaciones al límite tierra vibrante.
Tu risa mordaza sin tregua,
sé que me miras la boca
y su susurro hecho carmín
viertes ante mis hombros
la antigua promesa,
sumerges en tu caricia
cada unos de mis huesos.
Dejas que amanezca y no duermes
sonámbulo carmín,
hombre te sabes amapola profunda
que sostiene y agota mi paz,
belleza que vuela como péndulo vacio,
fiebre que sueña y perdura, como canción,
olvida la raíz escarlata que olfatea tu herida,
conoce los huecos caníbales de mi sombra,
entiende los versos malditos y culpables
de una noche como esta.
Siente el amor levitando
bebiendo de su anáfora
totalmente ebrio,
ese aroma tan solo,
acercándose como voz imprescindible,
hallazgo de serpientes y flores,
sé que me miras la boca
y su susurro hecho carmín.
Te murmuro palabras sin edad,
filosa suavidad que quiebra mi aliento,
sed que enviste las madrugadas,
tu piel geografía silenciosa gana terreno
teniendo a la vida como anzuelo,
azar callado dilo todo…
El calor cruza el aire y todo lo funde,
delirios balbucean furiosos,
tu pupila remolino de oro me está mirando
como una selva celeste arrebatada,
dilatando mis arterias,
triturando lo que el amor significa,
cuerdas hechas bálsamo,
testigo único:la música,
hallazgo de serpientes y flores,
sé que me miras la boca
y su susurro hecho carmín.
Natalia Correa.