dejando atrás los ritos mortales,
tiempo de letras desnudas que sueñan contigo,
ya es hora de esparcir verdad e inventar vestigios,
en tus líquidos ojos que se levantan,
porque se equivocan, porque no presienten,
a las ramas de un árbol, en espera de su sangre.
Dedos de noche que tocan madera,
en ellos caben las grandes cosas,
asombro es la palabra que los rodea,
los motivos son:
pájaros que dibuja el mar,
transeúntes llamado a la justicia,
amor que se escribe firme, a la misma hora,
mientras la rabia adorna a millones de personas,
y la víctima sufre el grito, el discurso,la caída.
Y nosotros hablando de amor
en un mundo de muerte,
por eso la poesía aprende a llorar y se desdice,
piensa en moverse, piensa en ser pero termina por irse,
desliza “el hacer” mientras sueña en tu epidermis,
calla lo que debe, se desespera y es infame,
agrieta mi casa, conoce al tiempo y mis fantasmas,
crea islas que nadie ha visto, y arde de un soplo cada noche
se tiende, me libera, y sin más me deja con el vacío.
Se muere de sed y es intocable,
mientras disipa hebras de piedra, y exclama destinos,
poesía que abre, pelea, y abraza,
sin saber cómo ni cuándo será su revancha,
los días sin verso hemos de pagar el precio,
yacer sin ganas, de un solo golpe,
para luego, quebrarnos por encima, por debajo
de algunos pronombres.
Para cantar los juegos del artificio,
existe una quietud en los labios,
un silencio fortuito que te protegerá,
mientras baba de estúpidos habrá de hacerte débil,
pero el tiempo reconciliará a las cenizas con lo que vendrá,
esa baba algunas veces bailará a pleno sol
quitándote el calor que no conoces todavía,
errante y sin orbita así es como de pronto
habrá de salvarnos la poesía.
Natalia Correa.

Ilustración: Cristóbal Sánchez.