la palabra soledad,
vamos a desdoblar su relámpago,
su luz aún habitable,
confiesa que el pulso se vuelve indómito y caliente,
mientras tanto el bullicio te agota,
dime porque los celos son hilos que se enredan en la garganta,
¿Cómo salir del laberinto?
si la palabra también se complica.
Con arcos voraces y fauces abiertas,
el silencio es una bandera blanca,
en un territorio desierto y desnudo,
observa el polvo que cae de tus costados,
el iris de la furia nos ha marcado,
y un señuelo nos ha enviado.
La fragilidad es entonces el destino,
nido volátil que insiste en repetir las ausencias,
reflejo dual de labios que se encarnan
y aún se presienten,
voz trémula en caos sostenida,
haz de mi presagio natural,
para que lo olvide,
para que no lo encuentre,
para que resista para ser valiente.
La palabra también se complica,
cuando invocas lo que ardía,
esta voz que te habla ahora,
ha mudado tantas veces,
se escribe en esa vacuidad cariñosa,
en un paisaje desprovisto de todo,
me arrancaste sanguinariamente de la memoria.
Entonces me hice polvo
ese que te sigue y te nutre,
cuando la palabra se complica
nos volvemos desierto,
observe la jauría liquida de tus ojos tantas veces como pude,
me dieron miedo las palabras amorfas que de mí manaban,
puse mi piel al sol sin esperar sin esperarte,
volví hacer llovizna una cuantas veces,
intuí que lo imposible siempre seduce,
entonces deshoje mis miedos y los vi marchitarse,
y supe que me habías perdido,
cuando la palabra se complica
el amor se bordea de silencio.
Natalia Correa Márquez.